Como se acercan las Navidades y seguro que ya estáis pensando en los juguetes que podrían traer los Reyes Magos, os quería hablar de otro de los juegos que probablemente más partido hemos sacado en casa, junto con la alfombra de coches que ya os comenté en su día aquí. Y es del juego simbólico y de imitación por excelencia, la cocinita. Creo que prácticamente todos, o más bien dicho todas, hemos tenido una más grande o más pequeña en casa. Y sino la tenías no te faltaban cazuelas, platos o cualquier cacharro disponible a mano para cocinar o preparar experimentos varios. Eso cuando aún eras muy pequeño, y la cocina de verdad te daba respeto, porque recuerdo que cuando ya era más mayor aprovechaba cualquier ausencia de mis padres para colarme en ella y preparar un montón de mejunjes y potingues. La verdad es que lo pasaba genial probando a mezclar todo lo que pillaba a mano. Normalmente hacía postres por lo que los ingredientes principales tenían harina y agua ¡Y lo mejor de todo es que a veces hasta se podían comer de verdad!
Pero volviendo a uno de nuestros juguetes favoritos. Con dos añitos los Reyes Magos trajeron a Daniel la cocinita, ya que se quedaba enganchado a todas las que veía por ahí. Ciertamente el niño tenía mucha curiosidad cuando papá o mamá cocinábamos algo, y dada su inquietud, por aquel entonces empezamos a compartir muy buenos momentos preparando con él postres varios: bizcochos, galletas y rosquillas entre otros. Recuerdo la ilusión que le hacía cascar los huevos, remover la masa o pringarse las manos mientras daba forma a sus creaciones ¡Todo novedad y experimentación!
Nuestra cocinita no tiene nada de especial, es de madera y de un tamaño adaptado a su edad, lo mejor es que es muy llamativa y colorida, lo que la hace muy atractiva para ellos. Si os gusta e interesa podéis encontrar alguna similar aquí. La colocamos junto a nuestro rincón creativo con toda la intención, puesto que ambas cosas permiten desarrollar enormemente la creatividad. Cualquier material es susceptible de convertirse en valido para preparar un suculento plato, eso si ¡Con mucha imaginación!
Este es el típico juguete con mucho recorrido, y que se abre a muchas posibilidades de juego. Durante un tiempo jugábamos a tiendas en las que poder comprar la comida, los utensilios y cazuelas. Así que un día decidí coger una mesa auxiliar que teníamos con ruedas para la tele, y me puse manos a la obra para hacer un supermercado con ella. La pinté de blanco y le puse un toldo, coloque unas cestas en la balda inferior con toda la comida que teníamos y les puse unos carteles de pizarra para colocar precios y comentarios varios. En la parte superior situamos la caja registradora que los Reyes habían traído con tres años y listo ¡Ya teníamos un supermercado improvisado! La verdad es que resulto ser algo muy sencillo que les encantó a mis peques, y encima me divertí un montón preparándolo.
El supermercado ha sido el complemento ideal, ya que hace el juego más dinámico y colaborativo. A parte de comida hemos llegado a vender juguetes, libros y demás objetos que se podrían encontrar en una gran superficie, y que formaría parte de la vida familiar y cotidiana con ellos. Es genial ver como imitan con el juego todas las actividades que habitualmente realizamos en casa, un espejo perfecto en el que se reflejan y que te ayuda a ser más consciente del valor que tienen nuestros comportamientos.
Este juego además permite desarrollar otras habilidades y destrezas que necesitarán más adelante. Por ejemplo, en breve Daniel empezará a manejar, de una forma amena y divertida, los números con sumas y restas. A familiarizarse con la moneda, de cara a ser más autónomo en el futuro. También la escritura en los carteles y en las cuentas o tickets realizados en las compras.
Como os comentaba antes otro aspecto que me encanta de este juego, es la creatividad y la imaginación con la que podemos desarrollar nuestra propia cocina creativa. Un material que utilizamos mucho, y que creo es interesante tener a mano, es la plastilina. Un recurso fantástico para que cada niño pueda llevar a cabo sus ideas, trabajando la imaginación, las destrezas y motricidad fina.
La verdad es que es un juguete realmente divertido con el que nos entretenemos muchísimo y probamos infinidad de cosas diferentes, todas relacionadas con el hogar, la restauración y la alimentación. Un juego que también ha permitido desterrar los típicos mitos del sexismo, ya que ellos hacían de todo y disfrutan imitando cualquier tarea que podamos hacer los adultos, hombre o mujer, dentro y fuera de casa. Todos somos ejemplos a seguir para las próximas generaciones.